miércoles, febrero 19, 2014

ROMANTICISMO Y COTIDIANEIDAD

El amor romántico, tiene como tal, toda la ilusión e idealismo de la realización perfecta.
Soñamos despiertos.

Melodías melosas resuenan en nuestra mente. También aparecen, miles de películas, de amores de “odisea”, que vencen distancias, tiempo, y todo tipo de tentaciones. Es algo idílico que saca lo más noble de nuestras almas, y nos da la promesa de alcanzar lo sublime. La fábula que llega inesperadamente. Un encuentro de dos almas tan certero, que no existe duda de su autenticidad. En este tipo de unión, el complemento es perfecto. La media naranja, que calza armónicamente con nuestras características. No exactamente iguales pero perfectas, el uno para el otro.  

Pero lo más importante y central de toda esta poesía,  es que ese sueño romántico, nos hace olvidamos, aunque sea por un momento de todas nuestras limitaciones y problemas. Cuando llega, todo lo trivial e insípido desaparece, y pareciese que el mundo entero es mágico. Todo el tedio de la vida, se reemplaza por esa atmósfera hollywodense propia del amor idilico.

El problema de este romanticismo es su naturaleza etérea. Como se aleja de lo mundano, pasarán un par de meses, o quizás semanas, en que inevitablemente se enfrente a lo terrenal. Ahí donde  ya no surge la magia o la pasión espontáneamente, sino que requiere de algo de voluntad Allí donde la perseverancia y la paciencia son armas necesarias para lidiar con las asperezas de la cotidianeidad y la rutina. Cuando lo mágico del descubrimiento mutuo desaparece y el tesón de la construcción ladrillo a ladrillo, se hace fundamental.


Ahí en ese punto es donde comienza la construcción de una relación perdurable.   

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